María Lionza, la misteriosa joven
indígena que se convirtió en reina y diosa protectora de Venezuela...
Nuestra cultura también contempla grandes mujeres líderes desde todos los tiempos. La cultura venezolana al igual que la de América Latina está formada por la unión de negros, indios y blancos españoles. María Lionza es el centro de la trilogía de máxima jerarquía en las cortes espirituales venezolanas. Dicha trilogía está conformada por la reina María Lionza, el Cacique Guaicaipuro -Cacique de Los Teques y otras tribus que se opusieron férreamente a los españoles-, y el Negro Felipe –soldado durante las guerras de Independencia de Venezuela-.
El culto a María Lionza se
remonta al tiempo previo a la llegada de los españoles a territorio venezolano
en el siglo XV. Los indígenas que habitaban lo que hoy se conoce como el Estado
Yaracuy, veneraban a Yara, Diosa de la Naturaleza y del Amor. De hecho, según
algunos lingüistas, el vocablo Yaracuy significa "lugar de Yara". De
acuerdo a la descripción que los indígenas hacían de Yara, ésta era una mujer
triste de grandes ojos verdes, pestañas largas y amplias caderas. Olía a
orquídeas, su sonrisa era dulce y melancólica, los cabellos lisos y largos
hasta la cintura, con tres hermosas flores abiertas tras las orejas. Según la
leyenda, Yara quien era una hermosa princesa indígena, fue raptada por una
enorme culebra dueña de las lagunas y los ríos, que se enamoró de ella.
Enterados los espíritus de la montaña de lo hecho por la culebra, decidieron
castigarla haciendo que se hinchara hasta que reventara y muriera.
Tras esto, eligieron a Yara como
dueña de las lagunas, ríos y cascadas, madre protectora de la naturaleza y
reina del amor. El mito de Yara sobrevivió a la conquista española, aunque
sufrió algunas modificaciones. En este sentido, Yara fue cubierta por la
religión católica con el manto de la virgen cristiana y tomó el nombre de
Nuestra Señora María de la Onza del Prado de Talavera de Nivar. Sin embargo,
con el paso del tiempo, sería conocida como María de la Onza, o sea, María
Lionza.
Otra historia, de nuestros país, la historia de Ana, líder guajira...
Soy Ana Isabel López, de la etnia wayuu, nací el 22-09-1954, en Maracaibo. De padres wayuu, con una infancia feliz, a pesar de que trabaje desde los cuatro (04) años. En una familia de diez (10) hijos, donde todos debían colaborar para montar el telar de los chinchorros. Cuando me tocaba montar el telar lloraba, tenía que dejar de jugar con mi muñeca de barro, wayunkerra. (Su tradición es transmitida de generación en generación. La wayunkerra es la muñeca tradicional de las niñas del pueblo indígena wayuu en La Guajira. Originalmente era hecha de barro y las abuelas cuentan que representa a la primera mujer wayuu, que a través de ellas se pueden potenciar los poderes que le otorga su creadora o dueña, y que siempre tenían el privilegio de volver a la tierra). Mi mama me enseño a trabajar duro, para el momento, yo no entendí que eso era bueno para mí. Hoy le rindo honor a mi madre y le agradezco la grandeza de entrega a sus hijos.
A
mí no me llevaron al blanqueo, mi mama no lo permitió, mi mama tenía ese amargo
recuerdo, razón por la cual no permitió
que a sus hijas, se les aplicarán el ritual. (Cuando la niña Wayuú presenta su
primera menstruación se le realiza el proceso de "purificación"
llamado blanqueo, que consiste en encerrar a la joven en una choza donde
solamente tiene acceso una persona para alimentarla con ciertas comidas: chicha
sin azúcar, plátano sin sal, yuca sin sal, entre otros, no pueden comer ningún
tipo de carne, en donde la acuestan en un chinchorro alto para que no la
alcancen los espíritus pasados malignos. Asimismo a la wayuú le cortan el
cabello y le queman las ropas, sus restantes pertenencias son desechadas, y le
dotan de todo nuevo para dar paso a una nueva vida como MUJER).
Me
enamore a los quince (15) años y los dieciséis (16) fui madre. Al tener mi
primer hijo, ya tenía que salir de la casa, éramos muchos y los gastos de la
casa hacían la vida cuesta arriba; hoy en día se lo agradezco, deje la
adolescencia para pisar tierra y comenzar a criar un hijo. Mi hijo Jairo, mi esposo
y yo pasamos mucho trabajo al salir de mi primer hogar. A pesar de su juventud, mi esposo, me impulsó a crecer y a desarrollar mi
potencialidad.
No
pude ir a la universidad, me vine a Caracas con mi aprendizaje básico, tejer y
cocinar, pero, sobre todo con dos enseñanzas de mi madre:
“EL QUE SE DEJA MORIR DE HAMBRE DESPUES DE NACIDO, ES BIEN TONTO” “SI TE CAES, TE LEVANTAS, SIGUE INTENTANDO”.
Aquí
en Caracas, tuve dos hijas más, primero nació Ismeira y después nació Sayaire.
Mi esposo me indico que era bueno planificar la familia y nos quedamos con tres
hijos, ya que donde comen 2, también comen 3, pero comen menos. Después estudié, me gradué como maestra
normalista, a veces cobraba, otras no, como todo maestro en Venezuela, en la
década de los 70, pero mi esposo pagaba los gastos de la casa. Dios me regalo
el don de la enseñanza, que honre muchos años con amor a mi país, todos mis
conocimientos se colocaron al servicio del estudiantado, manualidades, tejidos,
trabajo en arcilla, paralelo al rol maravilloso de ser mama. Ismeira, dedicada
a la gimnasia rítmica, compitió en Houston y gano medalla de oro en unos
panamericanos 1996. Sayaire, habla tres idiomas y actualmente está en España
trabajando.
Cuando
muere mi hijo mayor Jairo Alexander, yo como madre, no podía quedarme con
ese dolor en mi corazón, estuve 17 años ininterrumpidos, en el parque del Este,
todos los sábados formando personas,
todo aquel que quería aprender, yo lo enseñe a tejer. Conté 400 personas, registre el grupo, una
asociación de tejedores. Dios me iluminaba, además del tejido, los aconsejaba
con sus vidas, con la sabiduría divina, entiendo que aquello de perder
físicamente a un hijo, me motivó adoptar todos aquellos que podían necesitar
una madre. Tejer para mí es una terapia:
para una enfermedad, para aprender a convivir, para encontrar una vocación y la
paz interior.
Soy una artesana orgullosa de mis raíces. Soy feliz.
Extraño a mis hijos, pero
ellos aprendieron a volar y estoy orgullosa de ellos. Mis nietos Andrea, Juan, Jairo y Belliana son mi orgullo y la misericordia del Señor se manifestó con mis bisnietos Angel y Samantha. Soy catequista y ministro
de la eucaristía. Quiero seguir sirviendo a la sociedad, recuperar valores y a
pesar de mis 67 años, siento que aún tengo mucho que entregar. Yo sueño con esa
nueva Venezuela, la que yo viví, a pesar de los pesares, con altos y bajos. El
hombre siempre es hombre y debe colaborar con la vida diaria del hogar, en mi
casa los hombres barrían, lavaban ropa y apoyaban a sus hermanas en las tareas.
Estoy feliz, porque mis hijos son independientes. Te escribo y siento que recordar es vivir y
me lleno de alegrías, de tristezas, pero con ganas de seguir viviendo, siempre
tenemos tiempo de rectificar.
Para
información sobre artesanías, chinchorros, muñecas de trapo y clase de tejido. Correo:
1954analopez@gmail.com
Tejer para mí es una terapia: para una
enfermedad, para aprender a convivir, para encontrar una vocación y la paz
interior. Siempre tenemos tiempo de rectificar.
ANA LOPEZ
Desde FINANZAS CON SENTIDO COMÚN E INNOVACIÓN: GRACIAS
Contamos con tu apoyo, educación-gerencia- operatividad- sostenible – sustentable.
Proyecto educativo, impulsado desde Venezuela , con una nueva visión.
APOYAESTEPROYECTO paypal.me/yelitzasalas25.
TALLER PARA SER TU MEJOR VERSIÓN
Podemos manejar las finanzas con sentido común.
Yelitza Salas
Redes: Twitter: @YOSEQUEHACER2_
Instragram: @paradigmanuevofinanciero
Pago móvil Venezuela/Mercantil/Provincial
Vía paypal/ Binance: Yelitzasalas25@gmail.com
https://www.blockchain.com/es/ - bc1qnhpreh9ceswwgk7rmz0fks558yeqtxwa8xrpy8
Proyectos productivos o privados.
Proyectos públicos o sociales.
Proyectos comunitarios.
Proyectos de vida.
Proyectos de investigación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario