“Todo
necio confunde valor y precio” Antonio Machado
Controversial tarea hoy, colocarle precio a algún bien, tangible o intangible. No es fácil colocar un precio, ya que de manera compleja intervienen en el desempeño, factores externos que contribuyen a aumentar o a disminuir el valor, imagínense cuan complicado puede ser, si se trata de nuestro trabajo o de las acciones que hacemos en favor de un tercero. Lo cierto, es que la misma acción, pero elaborada por dos personas distintas, no tiene el mismo valor.
¿Estas
ganando lo suficiente en tu actual empleo?
Que seas capaz de poner
valor a tu trabajo, fruto de muchos años de formación y también de la
experiencia adquirida, dependerá de tu visión personal, de tu valoración intelectual, sin embargo aquí tienes algunas referencias que espero puedan ser
útiles para tomar esa decisión importante sobre seguir en un empleo o cambiar:
TIEMPO: Todos los días tengo
veinticuatro (24) horas para vivir. De esas debo restar las horas de sueño. Tu
trabajo comienza al salir de tu casa, cuando te desplazas a la oficina, de
igual manera al regresar. Calcula cuanto tiempo inviertes en tu empleo en
horas. Todos los pensamientos en casa,
sobre cómo resolver situaciones laborales, también forman parte del tiempo
laboral. Ahora, ya sabes, cuanto tiempo trabajas al mes.
CONDICIONES: Calzado, vestido, maquillaje, peluquería o barbería y alimentación son gastos que te permitirán verte muy bien y representar a la compañía con una buena imagen.
SALUD: Las situaciones de
presión, propias del negocio y que hacen mella en nuestro cuerpo, que se
manifestarán más adelante y serán también gastos médicos, se debe agregar a los
gastos producto del desempeño.
.
¿Cuál es mi ingreso real y
beneficios?
-
Sustento adecuado para cubrir todas las
necesidades familiares.
-
Formación continua tanto intelectual como espiritual
(Talleres – Cursos- Becas).
-
Posibilidad de promoción o ascensos (Visión
del tiempo y evaluación del alcance de mi desempeño).
-
Ambiente y lugar adecuado.
-
Responsabilidad y conciencia sobre mi
contribución con el objetivo final.
Emite un balance personal...
1-. Conocer cuantas horas trabajas realmente y su precio real.
2-. Saber si el precio de tu trabajo y el valor están en armonía.
3-. Avance intelectual y
espiritual.
Este relato llego a mí hace
unos años y no quiero terminar sin compartirlo con ustedes, un cuento de Jorge
Bucay que espero te guste: JORGE BURCAY
Un joven estaba muy triste y
agobiado porque nadie lo valoraba. Se quejaba porque nadie apreciaba su buen
hacer, es más, todo el mundo le decía que no valía para nada.
Escuchó hablar de un hombre
sabio que tenía una solución para cada problema, así que sin dudarlo, decidió
emprender el largo camino para ir a visitarlo. Tras varias semanas de
peregrinaje, llegó al lugar donde estaba el sabio, que no era otro que en una
alta montaña. No tardó ni un segundo en plantearle su pregunta, en busca de su
posible solución. El hombre sabio le agradeció el interés demostrado por él y
ese largo viaje, pero le dijo que él también tenía sus problemas (tenía que
pagar una deuda) y que mientras no los solucionara, su mente no estaba para
otras cosas. El chico intentando ayudar el sabio le preguntó qué podía hacer
por él. Este le dio su anillo de oro y le pidió que fuese al pueblo más cercano
y que lo cambiara como mínimo por una moneda de oro.
No era trabajo duro el que
le encomendó el sabio al joven, así que bajó al pueblo en busca de esa moneda
(como mínimo) con la que el hombre podría pagar su deuda. Pero por mucho que lo
enseñó y comentaba el precio, nadie estaba dispuesto a pagarlo. Uno le gritó
que si pensaba que era tonto y pretendía timarlo. Otro, que nadie le daría
jamás una moneda de oro por ese anillo, acaso una de plata. El joven muy triste fue de nuevo al encuentro
del sabio y le contó su fallida experiencia. Le preocupaba no haberlo podido
vender por esa moneda de oro, ya que al no hacerlo, el sabio seguiría sin poder
ayudarlo al no poder pagar su deuda.
El hombre sabio no se
sorprendió al conocer el fracaso del joven y le comentó que a lo mejor el
problema era debido a no haber consultado a un joyero antes de intentar
venderlo. Un profesional le habría dicho el precio real del anillo. De esta
forma sabrían a ciencia cierta lo que debían pedir por él. Animó al joven para
que bajara de nuevo al pueblo y preguntara por el precio real, pero que no lo
vendiera, sino que cuando lo supiera debía comentárselo al sabio. Así lo hizo
el joven y acudió al mejor joyero del pueblo, le enseñó el anillo y no le pidió
la moneda de oro, sino que le preguntó su precio. El joyero lo examino con una
lupa y lo pesó a continuación. Le
respondió que el precio variaba según la prisa que tuviera por venderlo, que si
lo quería de inmediato, podría darle 50 monedas de oro, pero que si podía
esperar, conseguiría hasta 70.
El joven había recibido la
mejor de las elecciones. Él era como el anillo, tenía un incalculable valor
pero como nadie se lo había dicho nunca, dudaba de sí mismo y de su capacidad.
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