Nadie puede escapar de ser
herido, es una de las cosas que debemos vivir, cuando transitamos por este
mundo y nos relacionamos con las personas. La herida nos invita a cambiar la percepción
de los hechos y los paradigmas manejados.
Los sentimientos verdaderos
tienen origen en el corazón.
¿Qué haces cuando se te cae
una taza?
Las leyes del estrés y la
velocidad con la que vivimos dictan que esa taza tienes que tirarla, algo
impensable siglos atrás en Japón. Cuando una cosa se rompe hay que arreglarlo.
Así surgió el kintsugi, un arte milenario que recompone las piezas rotas con
barniz de resina mezclado con oro dejando como resultado una pieza todavía más
bella que incluso nueva.
La filosofía japonesa
vinculada al kintsugi nos ubica en una vida más humana-honesta, lejos de la
perfección. Los fracasos, desengaños, la quiebra y las perdidas, son parte de
transitar por este universo. En un mundo lleno de apariencias, escondemos muy
bien nuestras heridas porque somos amantes la superioridad, colocándonos una
máscara y sometiéndonos a un patrón de actuación frente a la sociedad. Adam
Soboczynski (Escritor polaco) apunta en su libro “El arte de no decir la
verdad” que hemos aprendido a camuflar con gran esfuerzo, y manteniendo la
compostura, incluyendo las escalofriantes conmociones que nos golpean.
Somos vulnerables no solo
física, sino también psíquicamente. Cuando las adversidades nos superan, nos
sentimos rotos. Las heridas como el rechazo, abandono, traición, la injusticia
y la humillación deben ser trabajadas a nivel espiritual, por medio del
autoconocimiento.
No hay recomposición ni
resurgimiento sin paciencia. En el kintsugi, el proceso de secado es un factor
determinante. La resina tarda semanas, a veces meses, en endurecerse. Es lo que
garantiza su cohesión y durabilidad. Entre los cultivadores de la paciencia,
Kafka (Franz Kafka (escritor de la República Checa) ocupa un lugar privilegiado. Para él, la
capacidad de saber sufrir y de tolerar infortunios era la clave para afrontar
cualquier situación. El kintsugi nos enseña la resiliencia.
El significado de
resiliencia, según la definición de la Real Academia Española de la Lengua
(RAE) es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y
sobreponerse a ellas, pero la psicología agrega algo más al concepto de
resiliencia: no sólo gracias a ella somos capaces de afrontar las crisis
potencialmente traumáticas, sino que también podemos salir fortalecidos de
ellas.
La resiliencia implica
reestructurar nuestros recursos psicológicos en función de las nuevas perspectivas
y a favor de nuestras necesidades. De esta manera, las personas resilientes no
solo son capaces de sobreponerse a las adversidades que les ha tocado vivir,
sino que van un paso más allá y utilizan esas situaciones para crecer y
desarrollar al máximo su potencial. Para las personas resilientes no existe una
vida dura, solo momentos difíciles.
Hábitos de una persona
resilientes:
1-. Se conocen, son conscientes
de sus potencialidades y limitaciones. Entienden sus fortalezas y los usan a su
favor. Trabajan la inteligencia emocional.
2-. Son creativas. La
persona con una alta capacidad de resiliencia no se limita a intentar pegar el
jarrón roto, es consciente de que nunca volverá a ser el mismo. El resiliente
hará un mosaico con los trozos rotos, y transformará su experiencia dolorosa en
algo bello o útil. De lo vil, saca lo precioso.
3-. Se ama a sí misma.
4-. Reconocen el trabajo en
equipo y no temen pedir ayuda. Cuando se enfrentan a una adversidad se
preguntan: ¿Qué puedo aprender yo de esto?
5-. Mantienen el hábito de
estar plenamente presentes, de vivir en el aquí y ahora. Tienen una gran
capacidad de aceptación. Para estas personas el pasado forma parte del ayer y
no es una fuente de culpabilidad y zozobra mientras que el futuro no les aturde
con su cuota de incertidumbre y preocupaciones.
6-. Ven la vida con
objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista.
7-. Sueltan el control. Una
de las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer
controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se nos
escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e inseguros.
8-. Son flexibles ante los
cambios. Se adaptan. Modifican cuando es necesario.
9-. Son tenaces, perseveran.
10-. Afrontan la adversidad
con humor. Una de las características esenciales de las personas resilientes es
su sentido del humor, son capaces de reírse del infortunio y sacar una broma de
sus desdichas.
Saber valorar lo que se
rompe en nosotros nos aporta una serenidad objetiva. Apreciémonos como somos:
rotos y nuevos, únicos, irreemplazables, en permanente cambio.
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